Ruinas medievales, con recinto amurallado, en la Ribeira navarra entre las localidades de Melida y Caparroso, sobre un cerro aislado de 431 metros, dominando el entorno. Durante la Edad Media jugó un importante papel estratégico en la defensa del reino de Navarra debido a su situación fronteriza.
Las ruinas del castillo y las murallas de Larda aún existen en una colina entre Caparroso, Trebuenas, Santa Cala y Melida. Originalmente perteneció al linaje aristocrático del mismo nombre. En 1222, Bartolomé Jiménez de Rada, hijo de Jimeno de Rada, rindió homenaje a Sancho el Fuerte. Hacia 1250, su sucesor Gildrada hizo una especie de pacto con Jaime I de Aragón. Sin embargo, en lugar de contar con él, su esposa, María de Leet, prometió a Teobaldo I que no se harían concesiones sobre el castillo y la villa. En 1259, rindieron homenaje a Teobaldo II. Más tarde, en 1270, Gil y Maxa López llegaron a un nuevo acuerdo con el rey sobre el nombramiento de un alcaide a elegir por ambas partes. En 1280 ocupó el cargo Martín Jiménez de Oriz, y diez años más tarde lo hizo Juan Aznárez de Pitillas, reteniendo 15 libras esterlinas y 50 cassis al año.
Tras la muerte de Lope Díaz en 1297, se añadieron a la corona villas y castillos, repartiéndose las rentas entre sus hijas Marquesa y Sevilla. En 1306 se restauró el muro inferior de la fortaleza, que estaba en peligro de destrucción, así como el palacio y las casas intramuros. Al año siguiente, el rey Luis Hutin cedió el castillo y la villa de Radda junto con otras villas y lugares a Ogier de Morleon a cambio del castillo de Morleon y varias villas en la tierra de Sola. En 1328, siendo alcalde Jimeno Martínez de Barasoain, el castillo fue tomado por la familia real porque los herederos de don Ojer no pagaban tributo al rey Felipe Evreux. Algunas reparaciones se llevaron a cabo al año siguiente.